lunes, 2 de febrero de 2015

La isla misteriosa y las aventuras del Tiburón Rafael



¡Este es el maravilloso cuento que hemos hecho entre todos en clase!
La isla misteriosa y las aventuras del tiburón Rafael

     Hace miles de años, en la era prehistórica, un legendario tiburón blanco buceaba por las aguas misteriosas del océano Pacífico buscando algo que llevarse a la boca. Entonces fue cuando se encontró con una isla que parecía desierta. Pero no estaba desierta, allí vivía un rey con unos extraños poderes.

      El rey Dinamita tenía un gran ejército, muchos súbditos que le temían y una hija llamada Laira.

     Dinamita tenía una varita de poder con la que controlaba todo. Sin embargo, el poder no era infinito, necesitaba esencia de tiburón. Con un diente, tendría esencia para muchos años. Ya casi no se acordaba de la última vez que cazó a un tiburón, pero la esencia se le estaba acabando…

     Dinamita tenía súbditos vigilando todas las partes de la isla, y una noche, descubrieron a su hija Laira  hablando con un tiburón blanco. En cuanto el rey Dinamita se enteró de esto, cogió a su hija y la encerró bajo llave en una cueva secreta de la isla, que nadie conocía salvo el rey.

     El ejército del rey ya estaba preparándose para cazar al tiburón, pero lo que nadie sabía es que el tiburón legendario podía teletransportarse y transformarse en persona.

     El tiburón Rafael siguió con su gran olfato el rastro de la princesa Laira y la encontró en la cueva encerrada. Sin pensárselo dos veces, se comió a los guardias que la vigilaban. Como los engulló casi sin masticar se le cayó un diente en el proceso. Laira cogió el diente y lo guardó.

-         Gracias, Rafael, ahora tenemos que quitarle la varita a mi padre. Si no, te matará.– dijo Laira.
-         Tengo un plan, no te preocupes.– le respondió Rafael.- ¿Cuál es la rutina de tu padre?
-         Pues por la noche, cuando se va a dormir, deja su varita de poder en el salón del castillo.
-         Por la noche, ¿se acuestan también los soldados?
-         Sí.- respondió Laira.
-         Pues como no sabe que te he liberado, nos colaremos en el castillo y cogeremos la varita.

     Dicho y hecho, fueron al castillo y encontraron la varita donde dijo Laira que estaría. Para que no sospechara el rey, pusieron un palo muy parecido. Con la varita en su poder, Laira y Rafael pusieron a todo el ejército de su parte.

     El rey Dinamita vio el palo al despertar y gritó: ¡Un paaaaaloooooo! ¡Me han engañado! Al salir del palacio, vio a todo el ejército que se acercaba en su contra. No le dio tiempo a ver mucho más, porque Rafael se lo tragó en un pispás.

     Laira recordó que tenía todavía el diente en su bolsillo, así que esa noche lo utilizó para dárselo al Ratoncito Pérez. El regalo que le trajo el Ratoncito fue… ¡A sus padres verdaderos! Sus padres se alegraron mucho de verla, porque cuando era un bebé, el malvado rey Dinamita la secuestró para criarla a su antojo.

     Tras estas aventuras, Rafael y Laira terminaron enamorándose. Se casaron y tuvieron hijitos.



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