¡Este es el maravilloso cuento que hemos hecho entre todos en clase!
La isla misteriosa y las aventuras
del tiburón Rafael
Hace miles de años, en la era prehistórica, un
legendario tiburón blanco buceaba por las aguas misteriosas del océano Pacífico
buscando algo que llevarse a la boca. Entonces fue cuando se encontró con una
isla que parecía desierta. Pero no estaba desierta, allí vivía un rey con unos
extraños poderes.
El rey Dinamita tenía un gran ejército, muchos
súbditos que le temían y una hija llamada Laira.
Dinamita tenía una varita de poder con la que
controlaba todo. Sin embargo, el poder no era infinito, necesitaba esencia de
tiburón. Con un diente, tendría esencia para muchos años. Ya casi no se
acordaba de la última vez que cazó a un tiburón, pero la esencia se le estaba
acabando…
Dinamita tenía súbditos vigilando todas las partes
de la isla, y una noche, descubrieron a su hija Laira hablando con un tiburón blanco. En cuanto el
rey Dinamita se enteró de esto, cogió a su hija y la encerró bajo llave en una
cueva secreta de la isla, que nadie conocía salvo el rey.
El ejército del rey ya estaba preparándose para
cazar al tiburón, pero lo que nadie sabía es que el tiburón legendario podía
teletransportarse y transformarse en persona.
El tiburón Rafael siguió con su gran olfato el
rastro de la princesa Laira y la encontró en la cueva encerrada. Sin pensárselo
dos veces, se comió a los guardias que la vigilaban. Como los engulló casi sin
masticar se le cayó un diente en el proceso. Laira cogió el diente y lo guardó.
-
Gracias,
Rafael, ahora tenemos que quitarle la varita a mi padre. Si no, te matará.–
dijo Laira.
-
Tengo
un plan, no te preocupes.– le respondió Rafael.- ¿Cuál es la rutina de tu
padre?
-
Pues
por la noche, cuando se va a dormir, deja su varita de poder en el salón del
castillo.
-
Por
la noche, ¿se acuestan también los soldados?
-
Sí.-
respondió Laira.
-
Pues
como no sabe que te he liberado, nos colaremos en el castillo y cogeremos la
varita.
Dicho y hecho, fueron al castillo
y encontraron la varita donde dijo Laira que estaría. Para que no sospechara el
rey, pusieron un palo muy parecido. Con la varita en su poder, Laira y Rafael
pusieron a todo el ejército de su parte.
El rey Dinamita vio el palo al
despertar y gritó: ¡Un paaaaaloooooo! ¡Me han engañado! Al salir del palacio,
vio a todo el ejército que se acercaba en su contra. No le dio tiempo a ver
mucho más, porque Rafael se lo tragó en un pispás.
Laira recordó que tenía todavía el
diente en su bolsillo, así que esa noche lo utilizó para dárselo al Ratoncito
Pérez. El regalo que le trajo el Ratoncito fue… ¡A sus padres verdaderos! Sus
padres se alegraron mucho de verla, porque cuando era un bebé, el malvado rey
Dinamita la secuestró para criarla a su antojo.
Tras estas aventuras, Rafael y
Laira terminaron enamorándose. Se casaron y tuvieron hijitos.